miércoles, 4 de noviembre de 2009


Plantas medicinales científicamente validadas


Las plantas medicinales han sido utilizadas desde tiempos remotos como nuevos agentes terapéuticos y sus usos han sido transmitidos de generación en generación, bien en forma oral o escrita, hasta nuestro días y es esto lo que se conoce como la "práctica terapéutica tradicional",el empleo de extractos o principios activos de las plantas, la cual ha sido importante en el cuidado de la salud de la población en el primer nivel de atención.

La utilización de las plantas medicinales ha estado asociado a las prácticas médico-religiosas, a la charlatanería y al fraude, lo que ha ocasionado que en muchos casos se sobre-valoren y se les asignen una multitud de propiedades.

Tanto los países desarrollados como los que se encuentran en vías de desarrollo han aumentado la utilización de las plantas medicinales o productos derivados de éstas, si bien las causas son diferentes. Los primeros principalmente por tratarse de una moda y los segundos por necesidad. Tanto en unos como en otros se ha presentado el uso abusivo, lo que ha traído consigo un aumento, en la actualidad, un aumento en el interés científico y en la comprobación científica de las propiedades atribuidas a las plantas medicinales.

Algunos ejemplos de utilización de plantas medicinales científicamente validades TRAMIL son:


Nombre científico
Nombre popular
Parte utilizada
Afecciones cutáneas
Musa x paradisíaca Plátano Mesodermo del fruto
Savia de la cáscara del fruto
Allium sativum
Ajo Bulbo machacado
Momordica charantia Sorosí Partes aéreas
Senna alata Sen Hoja machacada
Senna occidentalis Sen Hoja machacada
Quemadura Cocos nucifera Coco/pipa Aceite del fruto / leche
Lycopersicun esculentum Tomate Hoja machacada
Bixa orellana Achiote Semilla machacada
Candidiasis oral Lycopersicon esculentum Tomate Fruto verde y hoja
Jatropha curcas Piñón botija Savia
Forunculosis Capsicum annuum Chile picante Hoja calentada
Carica papaya Papaya Fruto machacado
Cocos nucifera Coco Aceite del fruto
Enfermedad diarreica aguda Psidium guajava Guayaba Partes aéreas
infusión o decocción
Cinnamomun verum Canela Corteza decocción
Matricaria recutita Manzanilla Planta entera decocción
Parasitosis intestinal Allium sativum Ajo Bulbo decocción
Chenopodium ambrosioides Apazote Partes aéras decocción
/infusión
Cucurbita moschata Ayote Semillas
Tos-resfriado común Zingiber officinale Jengibre Rizoma en decocción
Cymbopogon citratus Zacate de limón Hoja infusión / decc.
Eucaliptus sp. Eucalipto Hojas decocción
Petiveria alliaceae Zorrillo / apacín raíz machacada
Inhalación
Cólico-flatulencias Ocimum basilicum Albahaca Hoja infusión
Menta citrata Hierba buena Hoja infusión / decc.





miércoles, 21 de octubre de 2009

la capa de ozono ha desaparecido en un 50%



Acaba de hacerse público en Viena, durante una reunión de la Unión Geofísica, que, contrariamente a lo que se creía, continúa deteriorándose la capa de ozono que, situada a una altura de entre 25 y 30 kilómetros, nos protege de la radiación ultravioleta procedente del Sol, una radiación que entre otros muchos efectos puede dañar a la vista y a la piel, produciendo en ella cánceres, mal que está aumentando alarmantemente.
La voz de alarma se había dado ya en 1985, cuando se detectó en la atmósfera sobre la Antártida una rápida disminución de ozono, un, como vino en denominarse, gigantesco "agujero de ozono". Antes (1970-1974), los químicos Paul Crutzen, Mario Molina y Sherwood Rowland -que recibieron por sus investigaciones el Premio Nobel de Química de 1995- habían demostrado que compuestos formados durante procesos de combustión, así como los tristemente célebres clorofluorocarbonos (CFC), empleados como propelentes, podrían afectar seriamente al ozono atmosférico, iniciando procesos de destrucción que se mantendrían de manera automática.
En 1987, ante la gravedad de los hechos observados, la ONU redactó el denominado Protocolo de Montreal, que reclamaba una reducción del 50% en las emisiones de CFC para 1999, aunque ante el aumento de las evidencias pronto se exigió una prohibición total en el empleo de estos gases, adelantándose la fecha de entrada en vigor del acuerdo a 1996. Así se hizo y todo parecía ir bien, aunque algunas estimaciones señalaban que ya se había perdido entre el 10 y el 15% de la capa de ozono, y no había que olvidar que el cloro destructor de ozono que ya estaba en la atmósfera no iba a desaparecer de la noche a la mañana; habría, se pensaba, que esperar unos 50 años, pero el camino esta despejado para erradicar el problema.
Y ahora llega la noticia de que nuestras esperanzas eran sólo eso, esperanzas, vanas ilusiones. Piensan ahora los científicos que la causa de que la capa de ozono continúe disminuyendo es consecuencia secundaria del cambio climático: al aumentar los gases de efecto invernadero (que se producen sobre todo en fábricas y en la combustión de los combustibles de los automóviles), el aire atrapa más calor en las capas bajas de la atmósfera, con lo que aumenta en ellas la temperatura, algo que todos estamos experimentando desde hace tiempo; pero en las capas más elevadas se produce el efecto contrario, disminuyendo la temperatura del aire, lo que hace que se formen nubes de hielo a una altura de unos 24 kilómetros, justo en la zona en la que se encuentra la capa de ozono. Y esas nubes facilitan los procesos químicos que eliminan el ozono. Este año se ha producido un número mayor de esas nubes, que han permanecido durante más tiempo de lo que había sucedido, parece, en el pasado. El resultado es que a grandes alturas ha desaparecido el ¡50%! de la capa de ozono, el nivel más bajo que se ha detectado desde que comenzaron a realizarse mediciones.
En cierto sentido es bueno que nos encontremos con este resultado, ya que nos muestra con dramática claridad que no hay soluciones parciales al problema de la degradación de la naturaleza y atmósferas terrestres. Que si realmente queremos luchar contra la contaminación que asola nuestro planeta no habrá, no hay, más solución que plantearse acciones globales, en la que todos los países se impliquen. Nadie puede poner fronteras a las corrientes atmosféricas o a las marinas, ni limitar a una región determinada a las nubes que derraman la que debería ser pura benéfica agua, no envenenada por productos artificiales nocivos para la vida tanto vegetal
como animal. Acciones globales que, evidentemente, cambiarán en aspectos muy importantes políticas nacionales e internacionales al igual que modos de vida.
No podemos exigir a los habitantes de países que apenas tienen qué comer, y que son diezmados por todo tipo de enfermedades, que conserven sus bosques y biodiversidad como nos gustaría a los bien atendidos ciudadanos del mundo más próspero. Es preciso distribuir la riqueza. Que EEUU, la nación más poderosa y rica de la Tierra, no haya firmado todavía -ni tenga ninguna intención de hacerlo- el Protocolo de Kioto es algo que ofende tanto a la moral como a la dignidad, aparte de constituir una flagrante miopía, puesto ¿qué futuro espera a sus ciudadanos -y a los de todos los países- en un planeta donde las temperaturas hayan aumentado tanto que mares y océanos invadan vastos territorios antes secos; en el que innumerables bosques, humedales o glaciares desaparezcan, y en donde la contaminación envenene nuestros pulmones?